miércoles, 13 de junio de 2012

Las rutinas ¿romperlas o no? He ahí el dilema...


Una de las características más marcadas del Síndrome de Asperger, es el apego a las rutinas.  Braulio, desde muy pequeñito, tenía una especie de "rituales" de los que me percaté con un poco de vacilación.  Y es que la duda es algo que, pienso, nos acompaña a los padres con niños tan particulares.  ¿Es normal lo que hace?, pero si "está" tranquilo... ¿lo perjudica?, ¿lo beneficia? ¿Hasta qué punto debo permitir que se enfrasque en las rutinas? ¿Intervengo y se las cortó o respeto su forma de ver el mundo y "lo dejo ser"?

Estas preguntas me revoloteaban la cabeza hasta que acudimos donde los especialistas que nos orientaron. La cuestión es y no es simple: NO, no hay que permitirles que caigan en rutinas repetitivas porque se vuelven  esclavos, dependientes de sus manías y cuando ellas no se cumplen o concretizan pueden llenarse de angustia y ansiedad y perder el control.

¿Qué hacía Braulio por ejemplo? 

  • Cuando comía tenía que sentarse en el mismo sitio de siempre, con el mismo individual, con un tenedor que no fuese de metal, la comida separada -el arroz a un lado, la carne sin guiso al otro, las verduras a parte- y el agua en SU vaso, no en cualquier otro.
  • Al ir al parque la misma ruta, la misma cantidad de pasos, tocar los mismos barrotes de las rejas, tocar las mismas plantas, cruzar por la misma esquina, ingresar por la misma entrada.
  • Si había que ir a la casa de los abuelos (ver La princesa y el tata) había que llevar la misma mochila, con los mismos juguetes, servirle en el mismo plato y mantener permanentemente una caja donde pudiese meterse, no cualquier caja, la misma todo el tiempo.
¿Y qué pasaba si se rompía "la rutina"? Nada más y menos que la temible pataleta.  Todos aquellos que tienen un pequeño o pequeña con el Síndrome de Asperger (o que lo sospechan) saben de lo que hablo.  Uno de los momentos más espantosos al lado de nuestros adorados es cuando nos hacen LA pataleta, un berrinche espectacular con gritos, golpes, escapadas temerarias (hacia la pista, fuera del parque, etc.) o la resistencia "sin violencia" (a lo Ghandi) que los convierte en unos bultos-peso-pesados a los que no hay forma humana de mover, menos aún si se está con miles de bolsas de compras y millones de ojos mirandote con reprobación.

Volvamos ¿y qué hay que hacer? Romper las rutinas, a penas notes que se obstina en hacer las cosas de una manera y se enfada mucho si no se cumple "el ritual", RÓMPELE LA RUTINA.  Empieza desde tu casa, acostúmbralo(a) al cambio, que los imprevistos que impiden que hagamos nuestras cosas de una manera no son del otro mundo y que más bien abundan: 
  1. Cambia el orden de los muebles de tu casa, los de la sala, de tu cuarto, de SU cuarto.
  2. Cuando vas en carro o a pie alterna las rutas, será difícil al comienzo, pero prueba darle algo que le guste y lo calme, un yogurt de cajita con cañita por ejemplo.
  3. A la hora de comer siéntense en diferentes sitios, sé que todos solemos adueñarnos de un asiento, pero a nuestros pequeñines en particular esto solo les refuerza la noción de rutina.
  4. Rota sus juguetes -menos el favorito que todo pequeñín tiene-, que pruebe alternativamente todo lo que esté a su disposición.
  5. TÚ no te vuelvas rutinaria, cambia, improvisa, enséñale que no te desesperas si la gente se demora en alistarse para salir o si el repartidor del delivery no llega, de ti aprenderá a manejarse con calma, a aceptar que la vida es completamente cambiante.
Si bien hay algunas rutinas que son propias de la educación de todo niño (lavarse los dientes después de comer, acostarse a una hora similar diariamente), utiliza tu sexto sentido para detectar aquellas que no suman en su vida, ayúdalo a que elimine todas aquellas que solo le restan.


2 comentarios:

  1. MUCHAS GRACIAS POR LA INFORMACIÓN, SUERTE CON BRAULIO

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