El agua te gusta, sientes por ella una fascinación "fascinante". Desde muy pequeño noté cómo te quedabas viendo el fluir del agua en el caño de la cocina y varias veces opté por alcanzarte una botella medio llena solo para que la mirases. Me retumba en la cabeza: ¿hice bien?
Hace unos días estuviste irritable, bastante... dabas vueltas y decías incoherencias, gritabas un poco y llorabas, yendo de un lugar a otro. Habías llegado del parque y estabas un poco sucio, algo te alteró, llegaste molesto, ansioso. Te escuché desde el primer piso (vivimos en el sexto) y subí corriendo, pregunté qué había pasado y tus abuelos me dijeron "vino así, no le pasa". Te pregunté y no me respondiste, me dijiste algunos de "los absurdos" habituales: "quiero dormir", "quiero jugar con la plastilina", "quiero ir al baño"... Yo te cogí, te limpié la cara y te abracé. Te dije: "tengo las manos sucias, ¿me ayudas a lavarme?" y te cargué hasta el lavadero de la cocina, te senté y ambos nos lavamos. Te pregunté: "¿Quieres fruta, la lavamos?" y me ayudaste a lavarla. Pasamos cerca de 5 minutos tocando el agua, mirándola. Te lave la cara, jugamos un poco, te calmaste.
Te baje y te fuiste contento a comer, tenías las manos arrugadas, pero otra vez sonreías. No sé si estuvo bien, pero al menos nos funcionó esta vez.
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