No recuerdo bien cómo apareció, pero empezaste a repetir algunas frases o palabras cuando estabas enfadado o ansioso, las repetías sin sentido y fueron variando con el tiempo. Los absurdos, como nos dijo la psicóloga, son tus "defensas" o "salidas" frente a una situación nueva, molesta o angustiante.
En tu repertorio han estado: "chavo del ocho", "calle, calle, calle", "quiero tomar agua", "quiero jugar con plastilina", "quiero dormir", "quiero hacer pichi". Al principio nos deteníamos a hablarte y explicarte que lo que decías no tenía nada que ver con lo que estaba sucediendo o te dábamos lo que pedías. Gran error, solo insistías más enfadado y más angustiado. Consultamos y esto fue lo que nos indicaron que hiciéramos:
- Enseñarte lo que es absurdo por medio de una imagen. Te enseñé varias como la de arriba y te dije: "Braulio, los dientes se cepillan con el cepillo de dientes no con el lápiz, eso es absurdo." Y tú repetiste, "absurdo". Te dije: "yo no hago absurdos", y tú repetiste: "yo no hago absurdos". La ecolalia es difícil, pero se quita con el tiempo dicen.
- Ignorar y redirigir: cuando realices conductas inadecuadas, como la de los absurdos, se realiza lo anterior, pero si continúas, no hay que prestar atención, más bien hay que distraer tu atención: "mira ese pajarito en la ventana", "tengo ganas de un yogurt, ¿tú quieres?" y cosas por el estilo.
Ahora haces un ruido similar al de un jadeo, como cuando los perros sacan la lengua. Lo haces y tú solito te dices "absurdo Braulio" y la mayoría de veces paras. Funciona y tú y yo somos más felices.
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